Ellos eran jóvenes,
ella salía con un artista,
él los miraba, y crujía los dientes.
El artista era de buen tomar, y a veces a ella
le solía pegar.
Él crujía los dientes, no por los golpes,
solo le gustaba crujirlos,
cuando los veía pasar.
El artista un día consiguó un trabajo,
y dejó de ser artista.
Ella se hizo profesional,
en alguna rama de un arte laboral.
Hasta que un día,
la profesional se cansó del obrero,
que alguna vez fue artista.
El que crujía los dientes,
llegó a ser un burgués,
y ni bien pudo al obrero,
le arrebató la mujer,
Se mudadon a una casa grande,
compraron un coche muy bonito.
Nunca supe si tuvieron hijos.
El proletario dejó su trabajo,
consiguió una joven bonita y trabajadora,
volvió a ser artista,
y parecían felices.
FIN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario