miércoles, 16 de febrero de 2011

De conejos y escopetas.

Hubo una época en la cual los pensamientos nos dieron ventaja.
Como pocos, en vez de correr, lento y maravillado comencé a ver tantos lugares irrealmente verdaderos. La irrealidad de los corredores no era otra cosa que el producto de su velocidad.
En esas tan lentas caminatas paré a comer hinojo justo al lado de una granja de conejos, y con ellos me puse a mascar la hierba para sentir ese tan inexplicable sabor del hinojo, ese gusto que solo se puede explicar con la degustación. No tardé en sentir esa necesidad que se tiene cuando uno se acerca a un conejo, necesitaba acariciarlos. Eran mansos, suaves y hermosos.
Su criador, también era manso, humano, pero con un cabello tan blanco, tupido y seguramente suave, parecía un conejo.
Mientras ambos acariciábamos unos conejos en una tarde que seguramente era de otoño me dijo, mañana mataré a estos conejos y los comeremos con naranjas y manzanas, ya verás lo ricos que son. En una sensación que se parecía mas al miedo que al horror, no podía creer que un ser que mas que humano era conejo, mataría y comería a lo que ya creía que eran sus hijos. Al ver mi cara siguió: ellos viven felices, comen, se aparean y cada mañana vuelven a nacer, para comer, aparearse y si reciben una caricia despreocupada su felicidad no varía. Así parecía, su destino eran nuestros estómagos, y continuó: pobre de aquel conejo que se va en brazos de una niñita caprichosa que lo querrá como mascota, ese conejo no será más conejo, será solamente algo, reducido a la voluntad de una niña caprichosa y eso si es realmente algo triste, aquel animal querrá morir cuando reciba cada abrazo desmedido, y pensará en suicidarse cada vez que recuerde el sabor a hinojo fresco del campo y la historia demuestra que pocos conejos han sido héroes capaces de suicidarse. También me preguntarás por qué no los dejo ir? si eso sucediera su suerte sería aún peor, si no son los zorros, serán las aves de rapiña, y si no es el hambre, será la cubierta de algún vehículo que los aplastará. Ya lo he hecho, y eso ha pasado, los zorros vinieron a pedir más, y las aves me sobrevolaron para defecar excremento de conejo en mi cara como señal de agradecimiento, y si vas al camino podrás ver pelos de conejo pegados en la brea, siempre dejo alguno...y siempre sucede...
Sin más, volví a darle vuelta a mi pensamiento y saludé al hombre conejo, mientras limpiaba su escopeta para matar conejos, con la marca indeleble en mi mente de lo que debe se debe sentir un orgasmo de conejo.

3 comentarios:

Manuel dijo...

jajaja esto es una mierda.

Anónimo dijo...

te extraño..

Matias fabbro dijo...

sos un zarpado amigo... Te madno un gran abrazo.