viernes, 14 de septiembre de 2012

Florecen y no son flores.

Y de nación en nación, de río en río, surcando mares a vela, sin GPS, a lucero de noche, sol de día, brújula y carta náutica, así venía Tarquino, hermoso ejemplar de vacuno, toro él, con unas bolas (testículos) brillosos como los ojos del enamorado cuando descubre que es engañado, así de puros eran, tocar aquel órgano era privilegio de pocos, lo peinaban, alimentaban y masturbaban como a quien se quiere con el alma, toro quien fuera el gran engendrador de las pampas, a hacer futuro venía él, a regar con digno esperma de elite a las más hermosas vacas, madres, fábricas del fundamento del parrillero, tortas, productos para regularizar el tránsito lento, y la tan rica leche chocolatada o los tan sabrosos chacinados, quesos y otros productos que hacen al buen vivir.
Entre tanta fornicación, sexo y porno vacuno, Tarquino copuló con alguna que otra vaquita criolla (recordemos que hace cientos de años no había inseminación artificial, y todo funcionaba a fornicación), nacida de esta criolla una vaquita, que fue violada, fruto de aquel echo fue colgado un peón de estancia por estar prohibida la fornicación con animales vacunos, posteriormente con porcinos y aves, para luego prohibirse hasta el resto de los días la fornicación con todo tipo de seres no humanos, en que estábamos? ah! con la vaquita, que luego tuvo otra vaquita, después un ternero, que iba a tener el inevitable destino de ser novillo, que por guapo y mancarrón se salvó de la capadura, para que luego en la cúspide de su carrera como semental, fornicara con una bella vaca primeriza, de la cual quedó enamorado perdidamente, claro, de esa forma que se enamoran los animales, sabido es que ellos no tienen conciencia, que no piensan, pero que a la simple vista de un niño se puede comprobar cierto amor en ellos. Y ahora si estamos en condiciones de confirmar que del fruto de este amor, nace la más hermosa descendiente de Tarquino y aquella vaca criolla.
Los que veían a aquel animal, quedaban maravillados, cosa que su dueño no tardó en usufructuar, comenzando a llevarla a torneos y concursos de vacas lecheras, no había competencia que no ganara, donde ella concursaba todos se maravillaban, se comentaban los visitantes de las ferias "si Dios tuviera un tambo, esta sería su vaca preferida".
Su cuidador la amaba más que nadie, le servía el más exquisito alfalfa que el mismo cortaba a mano, dedos cuidados con crema importada, y si, eran los que acariciaban y masajeaban las tetas de la vaquita para el tan afamado acto de extracción de leche, blancuzco fluido vital que era solo tomado por el dueño, su esposa y sus 22 hijos que por la perfección y el color de sus dientes, tan hermosos, generaron en la comarca los primeros casos de "dientofilia" y no dejando de recordar hechos como cuando pandolfito, el hijo Nº22 , se arrojó de parado desde el molino de viento del campo y no sufrió ni una sola quebradura, pero no vamos a detener en la familia y los milagros que el calcio había hecho tanto en los cuerpos de estos como en la mente de algunos vecinos perversos, detendremos en su cuidador, Rodolfo Aquino, también conocido como "la catanga", apodo ganado por su piel curtida al sol, y su aroma fuerte como la del insecto a quien debìa su apodo, olor de extraña mezcla producida por la transpiración y el perfume de alfalfa, obsesionado siempre por seleccionar la más perfecta planta, por cortar y desgranar el mismo los marlos de maíz, para ella, su vaca. Sospechosamente el catanga tenia los dientes aún mas blancos que cualquiera de la familia, luego de ser encontrado mamando desde la ubre por el mismísimo dueño, catanga no solo pidió ser fusilado, sino que también prometió dar en ofrenda la vida de sus 2 hijas por aquel hecho, pero que no fuera separado bajo ningún concepto de aquel animal si no era con la muerte. El hecho se resolvió con una pena mas sencilla: extracción de la dentadura, imponiendo y fallando el propietario de la vaca, por ser dueño del animal y de la leche que del mismo emanaba, encías que misteriosamente al cabo de unos meses volvieron a estar repletas de dientes, por las noches se podían oir los gritos de la catanga, pariendo sus nuevos dientecitos, siendo esta dentadura aún más bella, que con tanta mala suerte tiempo despues le fue arrebatada por una legión de dientofilicos de rama sectaria, "vale la pena parir todas las veces que sean necesarias estos dientes" decía la catanga mientras le salían por 3era vez las muelas de juicio, y con su flamante sonrisa fue a adquirir un revolver calibre 38´ y un gas pimienta para no ser nuevamente víctima del robo de dientes, cosa que hicieron todos los miembros de la familia propietaria de la vaquita.
Con el tiempo catanga empezó a intensificar la recolección del alfalfa más perfecto, el maíz debía ser solo color oro, desde una pequeña colina se podía ver un bulto negro con un reflejo, era la sonrisa temple de la catanga, luciéndola siempre, una sonrisa cada vez más ambiciosa, había extendido el pozo de agua a decenas de metros, para conseguir agua más pura, hasta alguna vez quiso hacer una expedición a Groenlandia, y encontrar el tempano mas blanco del universo, y de el hacer el agua para la comida y bebida más perfecta que cualquier ser vivo pudiese comer , un segundo lo pensó y en un segundo lo desechó, no podría estar mas de unas horas lejos de su vida, su vaca. Sus labios estaban cada vez más finos y su boca se había extendido unos centímetros, verlo daba una sensación de miedo y confianza, algo así como la rara sensación que genera la mezcla de placer y dolor, las madres cuando veían venir a la catanga le tapaban los ojos a sus niños, o los hacían voltear, "a ver si se me pone dientofilo de chiquito todavía, o así de ambicioso como el catanga".
Entre el dueño de la vaquita y catanga, después del hecho mencionado que costara la dentadura del empleado, siguió existiendo cierta connivencia, el trato no era malo, para el dueño era negocio, una persona que de su vida hacía una miseria por un animal que ni siquiera era suyo, que no solo afianzaba la relación laboral con su vida y trabajo, sino que garantizaba estar al lado del animal hasta con la vida de su descendencia, sin mencionar la mísera paga, al dueño le bastaba mirar un poco para el costado y dejar a catanga mojar su lengua con esta leche cuasi sagrada, que modificaba en poco la economía de la empresa, es mas, la producción había aumentado tanto, que el sobrante era destinado al envasado artesanal y exportación a: 2 sultanes del lejano oriente, el presidente de una super potencia, y un atlante que vivía bajo el protectorado y secreto de un país escandinavo, entre otras acotadas personalidades. El negocio era tan prospero que la familia ya contrataba un guardaespaldas profesional para su cuidado, autos, casas, viajes y otros lujos normales de la gente que tiene dinero en grande.
La descendencia del vacuno no era de sus características más alentadoras, pariendo siempre terneros y terneras del montón, tanto así que catanga, solo esperaba la parición, destetar al ternero y empezar con el ordeñe de calostro, época que lo ponía muy feliz. Ni hablar de la clonación, todos los laboratorios del planeta habían clonado cientos de estas vacas, y siempre milagrosamente el mapa genético se modificaba, una suerte de triángulo de las bermudas de la genética, hecho que ni el propio sabio atlante pudo explicar.
Catanga cada día estaba mas cambiado, su trabajo comenzaba a las dos de la mañana con todo tipo de actividad, probaba nuevas técnicas las cuales apuntaba en su "cuaderno de vaca" culminando la jornada a las 00hs, acostándose a dormir y soñando siempre con levantarse y empezar a trabajar por lo que ya hace tiempo era nada más que su vida.
Tanto se llegó a obsesionar que su boca creció unos centímetros más, su piel se curtió como la de un sapo negro, apodo con el cual fue rebautizado.No tardó en no permitirse dormir sus pocas horas diarias, trabajando día y noche, comenzó a dejar de comer, ya ni él sabía si era cena, almuerzo o desayuno para luego olvidarse de comer, masticando solo algunos tallos de alfalfa, pero siempre robando su pequeño sorbo de leche, hecho por el cual debía sobornar al guardia que le habían impuesto, con dinero, sexo, y tantas otras cosas imaginables e inimaginables, eso sí, nunca con leche, eso jamás.

En un amanecer de esos que hacen los grandes pintores, y que guardan solo para sí, el aroma a alfalfa florecida de primavera llenaba los pulmones de todas las vacas lecheras, que se relamían, rumeaban y se comenzaban a enfilar en su lenta caminata al ordeñe, catanga (cariñosamente lo seguiremos llamando por su viejo apodo), se encontraba nadando entre tripas y entrañas, esa mañana quien sabe por cuál de las tantas causas que navegaban su mente, se había excedido en su toma diaria, por lo cual el guardia se arrojó sobre él, por lo que catanga sin dudar rompió el envase de cristal donde guardaba la leche, y lo introdujo en la panza del guardia, y sin retener volvió a seguir mamando de la ubre, después se la empezó a comer, apagó los mugidos atando el hocico del animal con una soga, amarró las patas con unas cadenas, y regresó hacia las otras ubres, para terminar por comerse todo el órgano productor de leche, y como si fuera un plato de entrada continuó con todo el animal, huesos, entrañas, cuero, pelos, todo era parte de su lujurioso banquete...

Mientras permanecía atado, durante sus últimas horas un médico amigo del dueño de la vaca quiso examinarlo, y no pudiendo comprender como el estómago y tórax se habían expandido para albergar a semejante vacuno, pidió comprar lo que serían los despojos de catanga para después de su ejecución. El estanciero enojado y aún conmocionado aceptó vender el cuerpo , no sin antes retirarle todos los dientes, sellando así el contrato ante escribano.
Se decidió que el deceso iba a ser por apaleamiento. Ni los más fuertes hombres de la comarca pudieron romperle un solo hueso, por lo que se decidió decapitarlo, pero retuvieron en que su cuello también era fuerte y la asfixia sería el método más razonable para un seguro cumplimiento de condena.
Cada primavera, lo que fué la mandíbula de catanga vuelve a florecer los más hermosos dientes, que el médico vende a las mas prestijiosas casas dentales para las sonrisas de unos pocos. Obviamente la amistad con el estanciero se rompió, éste nunca se perdonó haber firmado aquel contrato.

3 comentarios:

Patinador Sagrado. dijo...

algún día corrijo errores y gramática.-

mati fabbro dijo...

capo,, estamos leo y mamu leyendo tu blog.. de repente me dijo leo..."yo tengo un blog tambien"... miralo..... increible...

http://www.leonardodonnet.blogspot.com/

matif dijo...

la magia sigue presente... magnifico manu....